PROTO EPARQUÍA DE IBERIA
PROTO EPARQUÍA DE IBERIA

Monday, October 24, 2005

¿QUIÉN DECÍS QUE SOY?



Según los tres Evangelios sinópticos, Jesús, en el camino a Cesárea de Filipo, pocos días antes del final en Jerusalén de su ministerio mesiánico, preguntó a sus discípulos acerca de su creencia respecto de su identidad personal: “¿Quién decís que soy yo?” La respuesta vino de Pedro, declarando que Jesús era “el Mesías,” o Jhristós (Mc 8:29; Lc 8:20), o “el Hijo de Dios vivo” (Mt 16:16).

Varias escuelas teológicas han dado diferentes interpretaciones a la respuesta de Pedro, pero todas están de acuerdo en que el significado completo de la experiencia cristiana dependía de ella. En realidad, sea lo que fuere lo que Jesús dijo, sea lo que fuere lo que hizo, fue en virtud de su ministerio mesiánico; sea lo que fuere lo que experimentó en la cruz, sea como fuere la realidad concreta de su resurrección, dependía para su significación última de su identidad personal. Esta significación sería radicalmente diferente sí él fuera Elias, Jeremías o uno de los profetas (Mt 16:14), o un ángel (pensamiento escatológico judío) o una teofanía sin pasión (los gnósticos), o una criatura adoptada por Dios (Pablo de Samosata), o uno de los tantos “intelectos” creados que no se sometieron a la condición de caídos (Orígenes), o si, al encontrarse con él, uno se encontrara con el mismo Yavhé, de tal manera que los judíos ortodoxos caerían al suelo al escuchar su nombre (Jn 18:6).

Antes de que Cirilo de Alejandría iniciase amargas disputas teológicas con Nestorio (428-31), la inspiración básica de su comprensión del misterio cristiano apareció en sus escritos exegéticos, serenos y no controvertidos, particularmente su Interpretación del Evangelio de Juan y sus comentarios sobre otros escritos neo-testamentarios. Aquí, la preocupación mayor de Cirilo no fue proporcionar a sus lectores un esquema racional de la encarnación sino expresar su sentido querigmático: Dios, quien es “el único que posee inmortalidad” (1 Tm 6:16), es el único Salvador de la corrupción y de la muerte. Ésta fue también la inspiración central de Atanasio en su temprano y famoso tratado Sobre la encarnación de la Palabra, la cual mantuvo en sus polémicas contra Arrio: sólo Dios puede salvar. De manera semejante, Cirilo, comprometido en la controversia, proclamó cierta vez con toda naturalidad, parafraseando a Isaías 63:9, que “no es un anciano, ni un ángel, sino el Señor mismo quien nos salvó, no por una muerte extraña ni por la mediación de un ser humano común, sino por su propia sangre.”

Este reconocimiento de Dios como el agente de salvación se muestra también en el uso repetido del título “Emmanuel” (que traducido significa “Dios con nosotros,” Mt.1:23) para Cristo, particularme en los doce famosos anatemas de Cirilo contenidos en su tercera carta a Nestorio. Igual que antes Atanasio, Cirilo no podía concebir que el amor divino manifestado en la encarnación fuera realmente perfecto a menos que fuera un acto de auto-donación de Dios. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn. 3:16). Esto implicaba la presencia personal de Dios en la realidad humana de Jesús de Nazaret.

Si Atanasio y Cirilo, al defender la divinidad de Cristo y la unidad de su ser, le dieron a la espiritualidad cristiana su base esencial, sus nombres y sus mensajes continuaron siendo algo controvertidos incluso después de sus muertes. Una de las razones principales de los amargos debates teológicos que siguieron fue que los celosos seguidores de los dos grandes maestros tendieron a congelar sus doctrinas en fórmulas verbales. Éstas fueron aceptadas literalmente y fuera del contexto ofrecido por la experiencia espiritual de la tradición católica y la teología de los maestros mismos. La lucha de Atanasio se centró en el credo niceno y, en particular, en el término griego homoousios (“consubstancial”), usado en ese credo para afirmar la divina “esencia” o “substancia” común del Padre y del Hijo.

Posted by ORDEN BONARIA :: 7:59 AM ::
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